sábado, 12 de marzo de 2011
CASTILLO DE LA ATALAYA, VILLENA Y SU TRADICIÓN GASTRONÓMICA.
Sin lugar a dudas, Villena, situado en la provincia de Alicante, se identifica claramente con su Castillo de la Atalaya, cuyo erguido perfil recortado en el horizonte recuerda el mestizaje cultural musulmán y cristiano. Es sin duda el monumento más significativo de Villena y su elemento identificativo junto al Tesoro. Su gran singularidad y valor histórico lo llevaron a ser declarado “"Monumento Histórico Artístico" en 1931 y, actualmente, goza de mayor protección al estar declarado B.I.C (Bien de Interés Cultural).
Gracias a las excavaciones arqueológicas practicadas por José María Soler en la década de los setenta del pasado siglo, sabemos que el origen del Castillo de la Atalaya se remonta a finales del siglo XI y principios del XII. Su emplazamiento en el cerro de San Cristóbal, una moderada elevación de la Sierra de la Villa, le permitió ejercer el control y la defensa del territorio circundante.
Su uso se prolonga en el tiempo desde época musulmana hasta la Edad Contemporánea, viviendo acontecimientos diversos desde la ocupación musulmana de estas tierras hasta la Guerra de la Independencia.
Tras la conquista cristiana en 1240, la fortaleza pasó a manos del infante de Castilla don Alfonso, quien creó el Señorío de Villena para su hermano el infante don Manuel, de quien lo heredó don Juan Manuel. El insigne escritor pasó mucho tiempo en dicha fortificación dedicado a la literatura y la caza y reforzó las defensas del Castillo para alojar a su prometida, hija de Jaime II de Aragón, que permaneció varios años en el castillo hasta alcanzar la mayoría de edad para poder contraer nupcias con Don Juan Manuel.
Arquitectónicamente, presenta doble recinto amurallado de planta tendente a rectangular. La muralla exterior está defendida por doce torreones y la interior por cubos circulares y una gran torre del homenaje de cuatro pisos, los dos primeros son musulmanas y el resto cristianas tal y como evidencian los escudos de armas de Juan Pacheco, marqués de Villena, situados en las cuatro caras de la fachada. Lo más destacado de esta torre son las bóvedas almohades de las dos primeras plantas, las escaleras de bovedillas apuntadas y los grafitos que se conservan en las paredes de las diferentes salas, de simbología islámica y cristiana realizados por los prisioneros de las guerras de Sucesión y de la Independencia.
PRODUCTOS LOCALES
En la huerta villenense se puede encontrar una rica variedad de productos que también caracterizan la gastronomía de Villena; zanahorias, espinacas, lechugas, coles, etc., y frutas de primera calidad como cerezas, peras, manzanas y ciruelas implican productos de primera calidad que permiten degustar los sabores de la huerta en la mesa.
Del mismo modo, el aceite de oliva es otro de los productos naturales más ricos de Villena. El Aceite de Oliva Virgen Extra autóctono se produce siguiendo un cuidado proceso de elaboración, en donde se cuidan al máximo todas las fases de su producción para alcanzar la mayor calidad final posible. Desde la rápida recogida para evitar fermentaciones, se lleva a la almazara, en donde se realiza un proceso de lavado para eliminar impurezas. De ahí, se introduce en la batidora para ir consiguiendo el aceite y a la centrifugación para separar una parte del aceite y por otra el asperujo.
TRADICIÓN CULINARIA
Como no podía ser de otra manera, el carácter fronterizo de Villena, nexo de unión entre la Meseta y el Mediterráneo, ha tenido su reflejo directo en la gastronomía local.
La cocina de la zona se caracteriza por las influencias de estas dos grandes tradiciones culinarias, las que han dado origen a un hacer tradicional muy vinculado a las gentes del campo, teniendo como resultados platos tan sencillos y populares como exquisitos. Este es el caso de la gachamiga, elaborada con ingredientes tan tradicionales como los ajos, la harina el aceite y el agua.
De la cocina manchega adoptan los platos especialmente calóricos que ayudan a combatir el frío invierno villenense. Este es el caso del tradicional gazpacho de Villena, especialmente arraigado y que es costumbre se acompañe de ajoaceite. Son típicos también el relleno, el arroz y pata, los caracoles y las habas, es decir, platos de cocina popular. Este es el caso del Triguico, plato que nace de la cultura culinaria de Villena y que se cocina con trigo picado, cerdo, pencas, alubias coloradas, y nabos.
También cuenta la gastronomía de Villena con apetitosas pastas tradicionales como los sequillos, los rollicos de vino, los almendrados o las toñas, que complementan el panorama culinario que esta ciudad oferta para el deleite de los paladares más variados y exigentes.
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